El inglés antiguo era un idioma inflexionado, lo que significa que las palabras cambiaban de forma según su función gramatical. Una sola palabra podría tener diferentes formas para varios casos (nominativo, genitivo, dativo) y números (singular, plural). Además, los dialectos regionales y los períodos históricos influían en las variaciones de ortografía. Esta complejidad significa que múltiples traducciones podrían ser igualmente válidas dependiendo del contexto.