El katakana tiene un número limitado de sonidos comparado con el inglés, por lo que algunas palabras pueden no traducirse exactamente como suenan en inglés. La fonética japonesa es diferente, y ciertos sonidos en inglés no existen en japonés. El traductor sigue reglas estandarizadas para convertir sonidos en inglés a sus equivalentes más cercanos en katakana, lo cual puede resultar en variaciones de la pronunciación original.